El Parque de Málaga

Allá por el 1896 cuando, según Cánovas del Castillo, se presenta la necesidad de establecer una zona limítrofe para el Muelle del Marqués de Guadiaro.

Esta necesidad se dio para poder convertir en jardines una parte de los terrenos que se le habían ganado al mar.

Fue el Marqués de Larios quien se puso manos a la obra creando el proyecto del paseo del Parque, el proyecto fue aprobado en ese mismo año y al año siguiente en 1897 comenzaron los trabajos contando con la ayuda de importantes arquitectos malagueños o afincados en nuestra ciudad como fueron Miguel Rivera, Guerrero Strachan, Adolfo Crooke y Joaquín de Rucoba.

Treinta años después, la franja de terreno que se le arrebató al Mediterráneo se convertiría en el parque más emblemático de la ciudad, con un diseño nada común para la época, el parque de Málaga se convierte en un espacio abierto, más parecido a una zona de jardines que a un parque al uso de entonces.

Destaca sobre todo la riqueza y diversidad de su flora, gracias sobre todo a la familia Larios y a otras célebres familias malagueñas de la época, que con plantas traídas de todo el mundo llenan los jardines de especies tropicales y subtropicales nada comunes en nuestra tierra, sorprendiendo a todos con formas, colores y olores tan extraños para quien no había tenido la suerte de viajar, que en aquel entonces eran la mayoría.




Drago de Canarias, los cedros del Líbano, las araucarias de América austral, los enebros japoneses, las palmeras de California, los palos borrachos de Uruguay… y una lista que sigue, pasando por todos los continentes hasta llegar incluso a Australia, de donde proviene el Pinus Canariensis o Árbol del fuego son entre otras las especies elegidas para este emblemático espacio.

Con el tiempo se creó un espacio donde disfrutar de música al aire libre y zona de juegos para niños, quien no recuerda, de los que peinamos canas, los pinchos morunos que, a la entrada del parque, hacían las delicias de todos, quien no tiene una foto en ese borriquito, desgastado ya por el uso de generaciones, esos patos que colmados de paciencia aguantaban los chillidos de los niños queriéndoles dar pan y más pan y quien no ha disfrutado en verano de una tarde leyendo en algún banco al fresco de tanta vegetación.

Imprescindible es, para todo visitante, pasear por los senderos del parque de Málaga y disfrutar de un pedacito de la historia de nuestra ciudad

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